lunes, 23 de marzo de 2015

EL PASTOR Y LOS OLIVOS

 ¡Qué abismo entre el olivo
 y el hombre se descubre!
 (Miguel Hernández. Canción Primera)

            Nació pastor. ¿Nació poeta? Tal vez ambas cosas, si es que, cuando nacemos, lo hacemos con un certificado de aptitudes. En cualquier caso, Miguel Hernández, ya desde niño, comenzó siendo pastor y sintiéndose poeta. Alto soy de mirar a las palmeras, / rudo de convivir con las montañas… Quiero imaginar que es posible que el contacto con la naturaleza, le aportara una dosis importante de sensibilidad que, luego –o al mismo tiempo- le ayudó a desarrollar sus cualidades poéticas.
            La vida de Miguel fue corta, excesivamente corta, dramáticamente corta, injustamente  corta… Pero el camino recorrido, sin embargo, fue largo, intenso, vivido a borbotones para que diera tiempo a saborear cada suspiro. Su biografía quedó escrita en verso. Cada frase de sus poemas es un pasaje de su vida. Para entenderle no es necesario leer grandes volúmenes: basta con seguir sus versos y ver en ellos los paisajes, los amores, las alegrías, los inmensos sufrimientos… la vida… hasta la amargura final.
            El pastor dejó el rebaño y sus paisajes de Orihuela para potenciar su poesía en Madrid, donde intuía que podía encontrar apoyos. No fue fácil el camino. Primeramente regresó desilusionado, afirmándose en la aldea: Lo que tenga que venir, aquí lo espero, / cultivando el romero y la pobreza… Pero prevaleció la fuerza de su carácter, y regresó y luchó hasta conseguir unir su nombre a los de la generación más gloriosa de la poesía española, la conocida como Generación del 27. Prevalecía en Miguel Hernández la fuerza de un rayo, que le otorgaba vigor y confianza y una innata facultad creativa: Este rayo ni cesa ni se agota: / de mí mismo tomó su procedencia / y ejercita en mí mismo sus furores… Sin esa facultad creativa que alimentaba el rayo, no podría aceptarse la existencia de una obra tan extensa realizada en una vida tan corta y llena de desgracias.
            La vida alejó a Miguel de las palmeras y los limoneros, y lo orientó hacia el camino de los olivos. Los avatares de la guerra llevaron al poeta pastor hasta Andalucía y condujeron su poesía hacia símbolos allí establecidos, pero que la propia naturaleza le brindaba. Nieto del ruiseñor y de la oliva –dijo de Federico García Lorca. Y a las andaluzas les dijo: Parid y llevad ligeras / hijos a los batallones, / aceituna a las trincheras / y pólvora a los cañones.
            En estos poemas hablaba del fruto del olivo, pero fue en Jaén donde el árbol se convirtió en protagonista, en el actor principal de una contienda en la que, quienes le cuidaban, no eran sus dueños, sino los más represaliados, los más pobres, a los que era necesario concienciar ante una relación de manifiesta injusticia: Andaluces de Jaén, / aceituneros altivos, / decidme en el alma: ¿quién, / quién levantó los olivos? Se trataba de una pregunta retórica dirigida, no a los grandes terratenientes que seguramente ni siquiera vivían allí, sino a las personas del pueblo llano que regaban la tierra con su sudor: No los levantó la nada, / ni el dinero, ni el señor, / sino la tierra callada, / el trabajo y el sudor. Junto con las otras fuerzas de la naturaleza: Unidos al agua pura / y a los planetas unidos, / los tres dieron la hermosura / de los troncos retorcidos. El agua, el Sol y el trabajo del hombre hicieron el milagro que Miguel Hernández convirtió en poema y que hoy ha sido justamente elevado a la categoría de himno.
            Es éste un poema en donde se establece una conversación vibrante entre los protagonistas: los hombres, el árbol y el poeta: Levántate, olivo cano, / dijeron al pie del viento. / Y el olivo alzó una mano / poderosa de cimiento. A lo largo del poema la conversación sigue, concienciando a los dos principales actores: hombre y árbol, de su propia importancia, incitándoles a la rebelión necesaria para que su dignidad fuera reconocida: Jaén, levántate brava, / sobre tus piedras lunares, / no vayas a ser esclava / con todos tus olivares. Finalmente se aspira a un premio. Es la utopía que mueve a los hombres de bien a entregarse por ella. Vivir por ella. Por ella morir, si es preciso: la Libertad. Dentro de la claridad / del aceite y sus aromas, / indican tu libertad / la libertad de tus lomas.
            Éste fue uno de los itinerarios más significativos que ilustraron la vida del poeta pastor. Su calvario no terminó al acabar su vida, desgraciadamente aún sigue. Su legado sufrió el escarnio del desprecio en el lugar donde su familia lo había depositado. Suerte que llegó Jaén y lo supo recuperar, para bien de todos los que aman la poesía. Andaluces de Jaén: un himno para la historia. Un alegato a la dignidad. Un merecido reconocimiento al poeta pastor que apostó su vida por una utopía. Miguel Hernández murió, pero su ingente obra nos enseña que la utopía sigue siendo posible. Jaén es el ejemplo.
(/Publicado en el libro "Escritores Aceituneros". Instituto de Estudios Gienenses. Diputación de Jaén. 2015).

martes, 10 de marzo de 2015

MEDITERRÁNEO - Joan Manuel Serrat


La Asociación Cultural Caminos, en sus casi siete años de existencia, ha tenido la oportunidad de conocer y gozar de un buen número de poesías escritas en diferentes épocas. Podríamos decir que hemos caminado desde José Zorrilla hasta Joaquín Sabina, deteniéndonos un poco más en Miguel Hernández (con quien comenzamos), Mario Benedetti y Federico García Lorca. Cada autor en particular y cada poema en general, han supuesto para nosotros un enriquecimiento de nuestro nivel cultural y el goce de una nueva aventura, de superar otro reto, de nutrir el palmarés que alimenta nuestra autoestima.

De cara al año 2015 nos planteamos un proyecto ilusionante, lleno de dificultades y,  por eso mismo, doblemente atractivo. Se trata de recitar a un poeta de nuestro tiempo, a un poeta vivo y que, por su condición de cantautor, es conocido y sumamente admirado por el público. Hablo de Joan Manuel Serrat, el poeta que, desde muy joven, ya escribía palabras de amor.

Paraules d’amor senzilles i tendres.
No en sabíem més, teníem quize anys.
No havíem tingut massa temps per aprendre’n,
tot just despertàvem del son dels infants.

JOAN MANUEL SERRAT i TERESA nació en Barcelona, en el barrio de Poble Sec, en el año de 1943. Su carrera ha sido fulgurante, pero sumamente trabajada. El éxito que hoy comprobamos es fruto de un carácter tenaz y comprometido, siempre dispuesto a superar dificultades. Sufrió los efectos de la censura del dictador Franco, e incluso el exilio. Pero, como buen poeta, todo lo tradujo en letras para ser cantadas y que ahora, nosotros, pretendemos recitar. Ahora que aún podemos.

Fa vint anys que dic que fa vint anys que tinc vint anys
i encara tinc força,
i no tinc l’ànima morta
i en sento bullir la sang.
I encara em sento capaç
de cantar si un alte canta.
Avui que encara tinc veu
i encara puc creure en déus.

No ha sido fácil escoger veintidós poemas de entre un repertorio muy amplio y rico en matices. Siempre nos quedará la duda de que no nos habremos dejado fuera el mejor. Pero, ¿cómo calificar el mejor poema? ¿Es el que cuenta su niñez, su primer amor? ¿El que habla del pueblo, de las musas, de los locos bajitos, de la fiesta? Al final, en todos ellos hay un trozo del alma del poeta. Están sus sentimientos, sus vivencias, sus esperanzas. En todos ellos está Joan Manuel Serrat y, es por eso que todos son importantes. En realidad es el público quien puntúa si despierta su empatía, si se sienten reflejados en un poema de amor, en las calles de un pueblo, en el polvo de un camino. Es por eso que, entre tanta variedad de matices, los versos de Serrat encuentran siempre un destino. O muchos destinos. Porque sus versos son ya patrimonio del pueblo. De ahí nace nuestro orgullo de poderlos recitar.

Y a mí enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo...
en la ladera de un monte,
más alto que el horizonte,
quiero tener buena vista.
Mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista.

Cerca del mar, porque yo
nací en el mediterráneo.


(Publicado en la revista CAMINOS. N.º 1 - Marzo de 2015).

jueves, 5 de marzo de 2015

LA CULTURA DEL MIEDO

            Vivir con miedo es una forma como otra de vivir –o de soportar la vida-. Al comienzo de esta crisis que ha golpeado y sigue golpeando a los más débiles, más que asustarnos –que también-, intentaron y en buena parte consiguieron que nos sintiéramos culpables: habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades y, en consecuencia, era nuestro deber soportar el peso de tan grave falta y cargar con sus secuelas. De no hacerlo, un porvenir sombrío se abatía sobre nosotros. Los fantasmas del miedo comenzaron a pulular de casa en casa, de mente en mente. Y así se consiguió hacer lógico lo ilógico. Escuché a un filósofo opinar sobre esto. Él decía que cuando nos amenazan con una gran desgracia, si ésta luego no es tan grande, respiramos aliviados. No era para tanto, decimos, sin caer en la cuenta de que simplemente nos hemos conformado con una desgracia menor, que no deja por eso de ser desgracia. Para paliar los enormes agujeros, no sé si negros, dejados por la corrupción, la ambición desmedida, o simplemente la incompetencia de un buen número de políticos y banqueros, la solución que el mercado ha dictado han sido los recortes. Pero no recortes a las grandes fortunas, que han seguido y siguen creciendo más que antes, sino a las capas medias y bajas de la sociedad. Los servicios públicos han cargado con el peso de la deuda. La sanidad, la educación, y en general la cultura se han visto castigados hasta hacer sangrar su herida. No nos merecíamos lo que teníamos, nos dicen, mientras dedican miles de millones para reflotar bancos corruptos. Y así, quienes desde la base queremos hacer y gozar de la cultura, nos vemos obligados a retroceder medio siglo.
            Hace alrededor de cincuenta años no existían los Centros Sociales ni las Casas de Cultura, tal y como los conocemos ahora. Entonces nos organizábamos en grupos de amigos y nos acercábamos al único estamento legal al que podíamos hacerlo: las iglesias. En ellas, si teníamos la suerte de que nos recibiera un sacerdote relativamente progresista, podíamos hacer teatro, recitar poesías, cine fórum, lectura de libros, etc. Así conocí, por ejemplo, a Miguel Hernández, leyendo a escondidas sus libros prohibidos por la ley. Eran unas condiciones precarias que no estaban alimentadas por ninguna crisis económica, sino por la ley franquista: una ley férrea merced a la cual la cultura era subversiva. Convivimos con aquello, y lo superamos, y con el esfuerzo de todos, se intentó poner a la cultura en el espacio justo para que pudiera ser un bien al servicio del pueblo. ¿Era pedir demasiado? ¿Qué puede esperarse de un pueblo inculto? ¿Cómo puede avanzar, en libertad, una sociedad en que la cultura se sirve con cartilla de racionamiento o está al servicio de las élites dominantes?
            En este momento la cultura, sin duda, está siendo secuestrada y puesta al servicio de unos extraños entes que nadie conocemos, pero que les llaman mercados. Ellos nos gobiernan y nos dejan caer, generosamente, las migajas con las que nos conforman. Cuando un grupo, humilde como Caminos, pretende presentar un recital, nos avergüenza pedir nada a cambio. Para qué pedirlo si no nos lo van a dar. ¿Publicidad?: que va, la pagamos nosotros. ¿Un simple aperitivo después de la función?: ¡no hay presupuesto para esas cosas!... Y así sucesivamente. Y con todo lo que nos cuentan, resulta que hasta lo vemos lógico: estamos en crisis. Y los pobres son cada día más pobres. Y los ricos son cada día más ricos. Y la cultura, como dije antes permanece secuestrada. El legado de Miguel Hernández fue expulsado de Elche. No hubo multitudinarias protestas ni manifestaciones. Se presentó bajo el razonamiento lógico de que no se podía mantener. No había dinero para ello. ¿Es la cultura un bien medible en dinero?
            Yo cada vez entiendo menos cosas, y por lo tanto no me siento capacitado para dar opiniones que importen a nadie. Pero recuerdo a León Felipe, que sin duda sabía más que yo, y que escribió estos versos que hoy rezuman verdad y actualidad.

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.



Ahora, con los recortes a la cultura, pretenden dormirnos con cuentos, porque no hay nadie más propenso a creerlos que un ser inculto. La cultura es un alimento al que no podemos ni debemos renunciar. Aunque tengamos que acceder a ella con cuentagotas. Ellos, creo que desconocen el potencial que tiene. Aunque sea volviendo a las catacumbas de hace cincuenta años, la cultura prevalecerá. Ayudar a ello es nuestra obligación y nuestro derecho.

(Publicado en la revista CAMINOS - N.º 1 - Marzo 2015).